La ciega


         ¿Se han fijado en que los ciegos visten de manera anodina?
      Sin embargo, ella es una mujer elegante, atractiva, una mujer que va sentada en el autobús con un perro mansamente tumbado a sus pies. Yo estoy en la puerta, me bajo en la siguiente parada y me siento extraño mientras la miro. Observar a un invidente tiene algo de máléfico, pienso. Pero no por eso dejo de hacerlo. De repente ella se gira y eleva su rostro hacia mí, como un animal de husmea el peligro. Es escalofriante pensar que algo en su interior, algo en esa oscuridad, la haya alertado. Clavo mis ojos en el suelo. Ahora soy yo el que se siente examinado. Absurdo. El autobús se detiene. Descendemos. Ya en la acera ella palmea el lomo del animal. Lo has hecho muy bien, Rinti, muy bien.

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